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<center>(Se levanta el telón)</center>
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<center>Con ustedes, nuestra más noble soberana, ¡la Princesa del Reino de la Noche Eterna!</center>
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<center>¡Alabado sea su sabio gobierno! ¡Alabado sea su justo dictamen! ¡Alabada sea ella, grácil como una rosa!</center>
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<center>Los truenos rugen por ella; las altas torres se construyen por ella.</center>
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<center>Nobles señores del reino y su fiel escriba, Ozvaldo Hrafnavines, ¡han sido aquí reunidos para esperar el mandato real de la Princesa!</center>
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<center>He aquí a unos caballeros serenos y taciturnos cual imponente montaña.</center>
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<center>El primero, un valiente caballero, empuña una espada de filo inigualable y capaz de perforar las escamas de un dragón.</center>
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<center>El segundo, un honesto caballero, porta una resistente armadura con la que es capaz de defenderse del vendaval causado por las alas de un dragón.</center>
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<center>El tercero, un bondadoso caballero, es de corazón noble, virtuoso y recto, y jamás sucumbe ante la oscuridad.</center>
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<center>Con ellos hay todo un séquito de caballeros que, reunidos en la cima de la torre y con la cabeza baja, se encuentran a los pies de la Princesa.</center>
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<center>Esta, por su parte, recobra su mirada, con la cual divisa la oscura noche, y procede a pronunciar un discurso ante sus súbditos:</center>
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<center>“Caballero valiente, caballero honesto, caballero bondadoso y demás ilustres súbditos, ¡síganme siempre!</center>
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<center>¡Pues yo soy la más preclara persona en todo el Reino de la Noche Eterna! Mientras mi corazón siga latiendo, ¡nunca jamás los abandonaré!”</center>
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<center>Así pues, los caballeros obedecieron a su Princesa:</center>
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<center>“Oh, Alteza, acepte nuestras espadas y nuestras armaduras, ¡pues con ellas destruiremos las cadenas que aprisionan al mundo y resistiremos ante la corrosión!</center>
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<center>Oh, Alteza, ¡acepte nuestra rectitud para siempre proteger su sagrada e inmaculada alma!”</center>
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<center>Ese fue el juramento de los caballeros, la mano derecha que asistiría a la Princesa en su cruzada contra el malvado dragón Tarasca.</center>
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<center>En un lugar lejano, el dragón Tarasca había desgarrado y engullido el cielo nocturno, protector de todos los seres, para construir su guarida.</center>
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<center>Avanzó sigilosamente, se afiló aún más las garras y, con su aliento abrasador, se dispuso a incinerar el corazón de la Princesa, en cuyos ojos se reflejó el fuego de las llamas.</center>
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<center>Aquel era el enemigo predestinado de Su Alteza; un enemigo al que, tarde o temprano, debía enfrentarse.</center>
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<center>Sin embargo, la profecía estaba destinada a cumplirse, y aquellas almas bondadosas no tenían de que preocuparse.</center>
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<center>Abran bien los ojos y prepárense para ser testigos de este gran hito, pues la Princesa regresará victoriosa a su reino.</center>
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<center>(Se cierra el telón)</center>
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Nota: según la obra «Flores para la princesa Fischl», Fischl tiene unos “ojos como rubíes”. Pedimos a la señorita que haga los ajustes pertinentes para su vestuario durante la función y, así, garantizar la máxima autenticidad. |