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Entre los velos esmeraldas del bosque, el joven perdido se topó con un compañero inesperado.
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“¿Qué pasa? ¿Te perdiste?”,
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dijo en voz baja el joven con un ligero tono de arrepentimiento.
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Cuando se dio la vuelta, vio la esbelta figura de una mujer que vestía de blanco. Estaba parada al lado de un manantial burbujeante. Las perlas de su ropa brillaban, y sus ojos dorados se confundían con los últimos destellos del sol crepuscular.
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La anciana de la aldea le había contado que alguna vez un caballo blanco emergió del manantial y se convirtió en un Adeptus ayudante de Rex Lapis.
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Pero nunca le dijo de qué manantial, ni el nombre de la bestia iluminada.
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Además, a excepción de sus ojos dorados, la mujer no daba la impresión de ser una Adeptus.
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Más inesperado aún era ver a un Adeptus usando un impermeable de paja para resguardarse de la lluvia.
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“Tonto...”.
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La mujer de blanco tenía una sonrisa astuta, y sus ojos dorados se asemejaban a dos lunas nuevas.
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“¡La tonta eres tú!”,
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respondió el joven furiosamente.
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¿Cómo podía una persona que hablaba tan vulgarmente ser un Adeptus?
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“¡Quise convertirme en un marinero y salir a recorrer el mundo para ver con mis propios ojos la lanza de Rex Lapis!”.
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“Pero en cuanto saliste de casa, te perdiste en este bosque de bambú”,
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dijo la mujer con un tono calmado y una mirada burlona e irritante.
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“Yo no...”.
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“Si no quieres admitirlo, está bien. Ven, te enseñaré el camino”.
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La mujer sonreía mientras extendía su blanca mano hacia el joven. Los rayos del ocaso se filtraban a través de las hojas de bambú.
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“... Gracias”.
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Al tocarla, el joven sintió su mano fría y húmeda, como el rocío que se posa sobre un brote de bambú.
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Lentamente, el sol se ocultó detrás de las montañas, tiñendo el cielo de azul en un instante.
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La anciana de la aldea dijo que de noche, las energías negativas se concentraban en la cima de la montaña y el ambiente se enfriaba, haciéndolo un lugar propicio para los espíritus.
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Los demonios y fantasmas que habitaban ahí eran producto de la condensación de las ánimas de aquellos que murieron con resentimiento y a los que se les negó la oportunidad de otra vida. Las ramas y los tallos de bambú que crecieron a su alrededor se marchitaron gradualmente, y los cuerpos de las personas que quedaron allí enredados se corrompieron.
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“A veces les piden a los viajeros encargos que no pueden cumplir y los arrastran a una trampa...
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En otras ocasiones se ofrecen a guiar a viajeros despistados, solo para llevarlos a un nido de demonios.
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Así que, jovencito, si caminas lejos de casa, ¡por nada del mundo bajes la guardia!”,
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dijo la anciana de la aldea, mientras le daba al joven unas palmadas en la cabeza a modo de lección.
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Entonces, ¿acaso ella era un demonio del bosque?
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El joven avanzaba lentamente mientras cavilaba.
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“¿Ocurre algo?”
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La mujer volteó la mirada, mientras la luna brillaba a sus espaldas y sus ojos emitían un destello dorado. |