2022-04-24 14:49:08 +05:30

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Dicen que esta lanza se forjó con materiales procedentes de otros mundos.
Antaño, pasó por las manos de innumerables almas leales y desafortunadas, presenció infinidad de combates de principio a
fin y derramó la sangre de muchos monstruos.
Se dice que, una vez, un exorcista se adentró en una gran sima de arena cristalizada y rescató de las profundidades un cristal
maligno del color del agua.
Entonces, le encomendó a alguien que lo forjara y lo convirtiera en un arma que bautizaría como “Pacificadora del Desastre”.
“Esta lanza pondrá fin a cualquier mal que se presente”.
A las tribus que vivían en las escarpadas montañas no les gustaba ni alabar ni criticar las cosas.
Sin embargo, tampoco existía un contrato ni se había establecido un precio, por lo que aceptar la lanza no supondría ningún daño.
Cuando las criaturas malignas irrumpieron en las montañas y tiñeron la tierra cinabria de oscuridad, la Geoarmada y las
fuerzas oscuras se enfrentaron, y todo soldado que se quedó atrás acabó encontrando la muerte.
Como una estrella helada que centellea en la oscuridad, la Pacificadora del Desastre resplandecía en mitad de aquel caos.
Finalmente, cuando el crepúsculo disipó las oscuras nubes y la corrupción se volvió a hundir en las profundidades de aquella sima, la Pacificadora del Desastre también desapareció junto con
el Yaksha que la empuñaba, y así se sumieron en el silencio.
A partir de ese entonces, casi todo aquel que empuñara esta lanza correría la misma suerte.
Sin embargo, aquellos que lucharon sin haber recibido órdenes, que protegieron al pueblo sin haber hecho un juramento, tampoco
se arrepintieron a pesar del destino que encontraron...
Hay quien dice que alguien tomó prestada esta lanza.
Entonces, en una cueva fría y erosionada por el agua, presenció la pelea entre dos buenos amigos.