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Una espada larga, poderosa y noble que brota como un destello de luz desde las profundidades de la noche.
Hasta el final de sus días, el filo de la espada no se manchó de sangre ni una sola vez.
Se dice que, después de varias generaciones, muchas de las espadas que se diseñaban para los caballeros más nobles se basaron en este diseño.

La oscura hoja de la espada se mezcló con facilidad con las noches de antaño.
En aquella época, la gente temía prender sus antorchas por la noche.
Según las canciones de algunos bardos, la espada se tiñó de negro durante la era de la aristocracia.

Leer cuentos y canciones sobre sus benevolentes ancestros hizo que en el corazón del joven noble se sembrara la semilla de la rebelión.
Cuando llegó el momento, abandonó su venerable casa, robó esta espada y se escondió en las calles.
Deambulaba por los callejones oscuros y las tabernas como la gente común, y utilizó su noble manejo de la espada para robar a los ricos y dárselo a los pobres.
La espada, procedente del arsenal de un noble, se podía ver saltando de tejado en tejado y de calle en calle al amparo de la noche en manos de alguien con una sangre igualmente noble.
El filo prístino de la espada siempre permaneció inmaculado, al igual que el corazón del ladrón justiciero que abandonó su corrupto linaje.

Pero aquellos días de vino, canciones y juventud estaban destinados a terminar, tras lo que sucederían muchas cosas.
Al final, cuando a la luz de la luna enterró su querida espada, él huyó a través de los mares.
Entonces, recordó la noche en que robó el arma de la cámara del tesoro de su familia.
Pero también recordó el juramento que hizo a su familia, al pasado, al presente, a su tierra y a Eberhart, su hermano de distinta madre:
“Aunque solo sea por un poco, quiero usar mi fuerza para cambiar este oscuro mundo”.