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2022-08-22 11:01:19 +05:30

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Era la época del Rey del Laberinto...
La damisela más virtuosa e inteligente al servicio del rey entendía el lenguaje de las bestias y era capaz de descifrar poemas a través del resplandor de la luna.
Protegía el silencioso bosque, las tranquilas aguas en las que se reflejaba la luna y los infinitos terrenos de caza al final del bosque onírico.
“Nacimos en el majestuoso bosque exuberante y nuestro mundo está bajo la sombra de los árboles y sobre las verdes praderas.
Las cosas que pertenecen al bosque siempre acabarán regresando a él. Mientras respetemos las leyes de la naturaleza, no habrá por qué temerle a la muerte.
Porque siempre y cuando sigamos las leyes de la naturaleza, estas nos guiarán por el laberinto del bosque y podremos llegar a la más vasta de las praderas”.
Sus enseñanzas inspiraron a muchos niños, pero, al igual que las venas de un tigre, poco a poco se fueron achicando.
Era la época de la luna ominosa...
Un joven ciego viajó a través de muchos reinos y atravesó montañas y ríos para seguir los pasos de su hermano mayor, quien vestía una armadura blanca.
Pero finalmente, terminó perdiéndose en la oscura frondosidad bosque.
Aunque estaba obsesionado con la práctica de la espada, era más dulce que cualquier otra persona. Y a pesar de ser bastante dogmático, no había nadie más justo que él.
Al final de una de sus inmaculadas visiones, encontró en el bosque una reliquia pura y blanca como la luz de la luna.
Después de eso, una bestia sedienta de sangre apareció. Cuando la cazadora llegó hasta él siguiendo la tenue luz de las ramas blancas,
ya no le quedaban fuerzas para pedir ningún deseo. La figura blanca que había guiado su corazón se tornó más apagada y desapareció.
Eran tiempos en los que reinaba la oscuridad, tiempos en los que el amanecer aún estaba muy lejos.
Entonces, en su pesadilla, el sabio atisbó una espada larga y oscura y un color carmesí expandiéndose en el agua.