2022-04-24 14:49:08 +05:30

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Rodeado de unas plumas negras que habían caído debido a las ráfagas de su espada,
el maestro espadachín por fin atrapó a la inalcanzable joven tengu.
“Ah, ¡qué cerca estuvo! Increíble.
Si la espada no se hubiera roto debido a tu poder,
habría muerto aquí mismo. Y entonces...”
“Teruyo, ¿deberíamos cambiar nuestro lugar de duelo para el año que viene?
Conozco un sitio donde se pueden ver los cerezos en flor...”, pensó en decir Doukei.
Ante el pequeño santuario derruido y sosteniendo las manos temblorosas de la tengu,
el maestro espadachín se quedó mirando fijamente las plumas negras que había cortado.
“Me atrapaste. No puedo negar que tú has ganado”.
“La victoria aún no se ha decidido. Luchemos otra vez el año que viene”, quiso decirle.
“Tu espada ya es incluso más rápida que los propios tengu.
Recordaré para siempre todos y cada uno de los duelos que hemos tenido en estos trece años.
Pero, como tengu de Yougou que soy, debo cumplir con mis responsabilidades con mi clan”.
“Quise cambiar tu nombre con la esperanza de que te liberaras de tu sangre demoniaca.
Debido a esa guerra, la sangre no humana se está volviendo cada vez más escasa.
Después de todo, aquellos que no somos humanos no debemos codiciar el final feliz que sí les espera a ellos. Pero tú eres distinto.
Ahora eres miembro de los Iwakura. Ya no eres aquel Mikoshi por cuyas venas fluía sangre demoniaca.
Así que adiós, Doukei.
Olvídame, y crea con tu espada un camino que solo les pertenezca a ustedes, los que tienen sangre Iwakura”.