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Un dardo arrojadizo de un diseño realmente complejo, muy común durante el festival de verano.
En las historias de fantasmas de Inazuma,
existe una historia sobre un encuentro entre lo humano y lo inhumano...

Para celebrar el embarazo de mi esposa, fui al santuario a hacer una ofrenda.
No sé por qué, pero fui con estos objetos:
un globo de agua que tengo desde los siete años, una máscara de zorro de cuando tenía diecisiete,
y una flor que no se marchitaría ni en diez años, ni tampoco en cien.

Seguía pensando que tal vez me encontraría con ella...
Mi esposa y yo no nos conocimos mediante una casamentera, y siempre nos faltaba dinero.
Además, necesitamos mucho tiempo hasta que, por fin, pudimos concebir un hijo.
Sin embargo, siempre fuimos muy felices.

Me desvié por el camino de la montaña que iba hacia el lugar donde había visto los fuegos artificiales con ella.
Aparté unos arbustos y creí verla vestida de blanco, sentada sobre una roca.
Pero cuando me acerqué para verlo, tan solo era un zorro que estaba tomando el sol.
Saltó del susto cuando pisé unas ramas y, a continuación, huyó al bosque.
Igual que la luz moteada que se asoma entre las hojas de los árboles al ser zarandeadas por la brisa, desapareció en un instante.
Entonces, me acerqué a la roca, en cuya superficie había un antiguo dardo de madera.