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2022-08-22 11:01:19 +05:30

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Cuando el Rey del Bosque nació, la Reina de las Plantas le entregó una corona.
Sin embargo, al final pasó a manos de la joven que siguió por primera vez los pasos del rey y que atravesó el laberinto.
Ella solía acoger a muchos niños que se perdían en el bosque y que nunca habían pisado flores silvestres.
Solo sabía servir al rey y proteger su laberinto, pues era
consciente de que este mundo era solo un sueño del bosque.
Enseñó a los niños a cazar en él y a pasear por sus sueños, pues
los niños debían amar a las plantas y a los árboles del bosque porque todo era parte del jardín del rey.
Debían honrar a las presas caídas por las flechas, pues ellas también eran súbditas del rey.
Sus enseñanzas se transmitieron entre los niños perdidos durante mucho tiempo, y también cambiaron bastante.
Al final, el origen de estas enseñanzas cayó en el olvido, pero algunos de los niños se convirtieron en guardianes del bosque.
Al regresar al mundo humano, encendieron hogueras para alejar a las sombras oscuras durante la noche más larga de todas las noches.
También hubo una persona que siempre caminó entre la espesura y que, de tanto cazar a sus presas, terminó olvidando el sol y la luna y cubierta de una sangre oscura.
Era casi tan anciana como el último Rey del Bosque y, al final, tuvo un sueño sobre el laberinto y la caza.
Su sueño fue tan inmenso que en un momento hasta incluyó en sí mismo los sueños de todos los habitantes del bosque.
Ese laberinto era un campo de caza sin fin, donde las raíces y los arroyos trazaban caminos más detallados que las rayas de un tigre.
Era incluso más cambiante que la luz de la luna reflejándose en el agua. De hecho, los recónditos susurros que intentaban predicar la muerte desaparecían en el laberinto, pues solo ella y aquellos
niños que conocían las enseñanzas del Rey del Bosque eran capaces de atravesar el laberinto y adentrarse en el infinito campo de caza.
Sin embargo, finalmente los susurros se desvanecieron, las bestias malignas huyeron y ella, completamente corroída, desapareció junto con el sueño.
Al final, logró fluir dentro de los sueños de los humanos junto con innumerables fragmentos de sueños.
Igual que un espejo roto refleja diferentes imágenes dependiendo del ángulo, los sueños que ella dejó para la humanidad también se
contaron de muchas maneras diferentes.
La historia más contada (y aclamada) terminó sin tener siquiera ninguna conexión con ella.
El nombre por el que se la conoce en las historias es, en realidad, el nombre de aquella corona.
Lo último que dejó para sí misma fue su verdadero nombre, un poco de agua en la que se reflejaba la luz de la luna y una flor
dorada extraída de la valiosa corona que le dio su estimado rey.