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El enano se llevó al príncipe lejos de sus malvados compañeros y se sumergió entre los húmedos arbustos. Siguiendo el rastro de la bestia, buscó la Fuente de la Pureza, lugar donde dormía la princesa.

Lo que el Enano no sabía es que la malvada Madre de la Noche ya había encontrado a la princesa. Había seguido a los enanos en silencio cual gato salvaje acechando a su presa. La luz de la luna y de las dispersas estrellas estaba nublada con su calmada figura.
Cuando los enanos llegaron, la princesa ya se había ido. Bajo el triste lamento de los búhos, la Madre de la Noche emergió de la fuente corrupta.
“Lamentable criatura, ¿estás aquí para ver a tu amo?”. La vil sonrisa de la Madre de la Noche exhaló el aliento del abismo.
“Si es así, me temo que lo único que encontrará un ser tan deplorable como tú es desesperación.
He encadenado a esa estúpida princesa. Destruí el Reino del Bosque Brilloluna y maldije a su gente ante sus ojos. Ya estarán medio muertos, debatiéndose para siempre entre la vida y la muerte, sin alma ni luz de la luna”. Las palabras de la Madre de la Noche se sintieron como gotas de lluvia en la fría lápida.
“Pobre Enano. Me pregunto qué pensará tu amo cuando se entere de todo esto”.
El miedo corrió por las venas del Enano y se apoderó de su débil corazón.
La Madre de la Noche dejó atrás a la criatura. Pero de alguna manera, tal vez por un capricho o simplemente para verlo sufrir más, dejó un atisbo de esperanza para el feo Enano.
“Miles de años más tarde, mi mayor enemigo descenderá. Empuñará la espada que anuncia el amanecer y usará una armadura capaz de reflejar la brillante luz del sol. Destruirá mi reino, devolverá la vida al príncipe y la princesa será libre de su tormento eterno. Hasta entonces, no temo a una sola alma en la Tierra de la Noche, ya que nada traerá fin a mi reino, excepto la catástrofe anunciada por la profecía. En cuanto a ti, el traicionero esclavo que envenenó a su amo, el karma se encargará de tu destino”.
La forma de la Madre de la Noche se derrumbó y se convirtió en lodo y gusanos, disipándose en la ciénaga.
El abatido Enano deambulaba triste y arrepentido. Escondió el cuerpo en el agujero de un árbol y se exilió solo en la noche.