2022-04-24 14:49:08 +05:30

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“¿Quieres que me convierta en el dios del pueblo de las profundidades?”
La blanquecina serpiente gigante observó al niño y le dijo:
“Decidí venir al desconocido océano porque no fui capaz de vencer ni al Dios del Oro ni a Narukami.
Si ustedes aún siguen buscando luz, volverán a experimentar la pérdida en el futuro.
Mi vida no vale nada. He sobrevivido como he podido y he sido acusado de blasfemia... Ya he aguantado suficiente”.
La criatura gigante mostró una joya que brillaba cual ojo de serpiente.
“En ese caso, haz tu juramento aquí, frente a este ojo.
Así fue como yo hice mi pacto con los sirvientes coralinos”.
“¿Acaso han olvidado las enseñanzas del maestro Espartaco?
No debemos adorar a un dios, ¡solo podemos confiar en nosotros mismos!”
La serpiente blanca no dijo nada, pues respetaba la voluntad del pueblo de las profundidades.
Si una adoración ciega era suplantada por una nueva creencia,
no cabía duda de que sería una ofensa para aquellos que lucharon en el pasado.
“Bien, entonces haré mi juramento aquí, frente a este ojo.
Igual que cuando lo perdí todo...
El tiempo ha pasado muy rápido. La isla ya se ha completado, los Dragartos han sido expulsados y la tierra sagrada puede ser gobernada.
El clan Sangonomiya, los jibashiri, mis vasallos... El juramento que se hizo frente al ojo se ha cumplido.
A partir de hoy, si alguna de las dos partes no está satisfecha con alguno de los acuerdos concernientes a Enkanomiya, o si toman una decisión distinta a la que tomaron al principio, la torre del
sol escuchará sus deseos, se derribará por sí misma y destruirá todo el pasado”.
Después de terminar su discurso, el dios serpiente se dirigió a la
superficie del mar junto a los habitantes que quedaban.
Era la hora de cumplir el juramento que le hizo a la ciudad de los cielos.