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Todo el mundo viene a Liyue. Ese es el honor de este gran puerto comercial.
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Los tesoros más exóticos también llegan al puerto de Liyue con los mares de gente.
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Esta es una gran espada diestramente hecha con buenos materiales. Es especial, ya que el borde del lado de la guarda ha perdido el filo con el tiempo.
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Se decía que su burdo filo también se usaba como empuñadura, lo que requería que el portador cambiara constantemente la posición de las manos en combate.
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Pocas veces se menciona que esta gran espada fue la orgullosa obra de un herrero de un reino extranjero.
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El herrero, que no se consideraba a sí mismo muy habilidoso, se dedicó en cuerpo y alma a moldear la espada y regular su equilibrio.
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Pasó noches y noches sin dormir entre las chispas de la fragua,
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fundiendo una y otra vez la espada con un martillazo tras otro.
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Mientras lo hacía, recordó lo impaciente e infinitamente preocupado que se sentía al pensar en el regreso de su amada.
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“Cuando acabe la guerra”,
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pensó el herrero mientras le caían gotas de sudor,
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“¿podrá ella usar esta espada?
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¿Podrá siquiera regresar sana y salva?”
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Pronto desechó estos pensamientos, que había retenido tan solo unos segundos, para concentrarse plenamente en la forja de la espada.
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Decidió que, antes que preocuparse por algo de lo que no podía estar seguro, era preferible enfocar toda su concentración en crear el mejor regalo posible.
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Llegó el día en que la expedición militar regresó a la ciudad tras salir victoriosa en su misión contra los monstruos.
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Sin embargo, al herrero no le había dado tiempo para grabar el nombre de su amada en la espada.
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Así pues, apresuradamente, la llevó consigo para entregársela.
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Preocupado por el resultado final, el olvidadizo forjador de armas no sabía si reír o llorar...
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La guerrera, que ya no llevaba su armadura, había dejado crecer su sedoso pelo y ya nunca más tendría que empuñar un arma.
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No obstante, trajo consigo un regalo para su amado, que no fue al campo de batalla. Se trataba de un resplandeciente arco de caza completamente nuevo.
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“¿En serio? ¡Todos los años invertidos en fabricar esta espada para regalártela tirados a la basura!”,
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se quejó el obstinado herrero. Por suerte, al final todo salió bien, y la espada que forjó era, sin duda, de una calidad excepcional.
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