Hace mucho tiempo, frente al río no había un atracadero, sino solamente una brumosa montaña. Antes de que la dueña de la montaña pudiera decidir qué plantar en ella, otra persona se le adelantó. “Cuando este árbol haya crecido un poco más, le arrancaré las hojas para hacerles té. Entonces, invitaré a Preservadora de Nubes y a Moldeador de Montañas”. “¿Plantas este árbol en mi terreno y, aun así, tienes la vergüenza de decir eso?”. Aunque la joven reina de la montaña contestó furiosa, en su cabeza ya podía oler la fragancia del té. Más tarde, alguien ató este colgante de jade en la fina rama de aquel pequeño árbol. Entonces, la dueña de la montaña regresó, esta vez con un aspecto distinto. Ni siquiera tenía unos dedos con los que desatar la cuerda del colgante. Pero eso ocurrió hace mucho tiempo... Muchos años después, los habitantes de las montañas trasplantaron esquejes de aquel árbol en la orilla contraria del río. Por su parte, el aroma del té viajó desde el Valle Chenyu hasta Liyue, y luego hasta muchos otros lugares. Hay muchas leyendas sobre los árboles de té del Valle Chenyu. Una de ellas dice lo siguiente: “Independientemente de las condiciones hidrológicas, edafológicas y solares en las que se plante, el árbol del té solo puede crecer en el Valle Chenyu. Esto se debe a que dicho árbol recuerda la promesa que unas amigas hicieron en el pasado al lado de uno de sus brotes”.