Un cáliz algo descolorido, pero de una elaboración muy delicada y pulido por las arenas del fondo marino. Esta copa exquisita cayó desde las manos del Primer Oficial y solo salpicó ligeramente al atravesar la superficie del océano. ¿Qué vio entre los bancos de peces y la luz tenue del fondo del mar? ¿Qué oyó en el callejón silencioso, frente a los arabescos de la celosía? El cáliz dorado se sumergió lentamente en los sueños del monstruo marino, en el sueño del Primer Oficial... “Esta marca de pecado se debe a ti. Lo pagarás algún día”. La luna iluminaba una mirada zafiro y una cicatriz que atraviesa un ojo. En sus recuerdos, la cara de ella relucía cada vez más y se volvía más fría y arrogante, pero no es capaz de recordar qué respondió él, y de pronto se siente abatido. “Ahora que lo pienso, ¿cuántas veces olvidé ya el pasado?”. “Ja, ¿y qué importa ya el pasado?”. “Todas las muertes son en vano, y ahondar en el pasado no sirve de nada”.