Estos ostentosos aretes son la representación perfecta de la riqueza transitoria de la Jugadora. El brillo de sus gemas es tan relajante como el azul del cielo o las aguas de un lago. Estos aros estaban recubiertos de una sustancia sedante para mantener a la Jugadora tranquila durante el juego. En los juegos en los que la apuesta era la propia vida, mantener la compostura era la clave de la victoria.