El tictac de las manecillas del reloj, la luz de la vela, las pilas de documentos... La silueta de alguien bajo la luna, una capa oscura y una espada... Estos eran los acompañantes del solitario Guardián. Pero no importaba a dónde fuera, para él, el tiempo nunca era suficiente. Su superior, despreocupado y orgulloso, solía reírse de la sequedad, del rostro inexpresivo y de la aversión a divertirse del Guardián. Él nunca miraba atrás en el pasado. Solo tenía ojos para el presente y el futuro. Solo eliminando hasta el último rastro de maldad, sin importar los medios, si eliminaba hasta el último rastro de maldad en ella, fuese como fuese. Solo podía imaginar cosas en las que normalmente no pensaba cuando veía a esa doncella de día en la plaza. Solo entonces podía reflexionar acerca de su futuro...