La refrescante agua una vez fluyó entre las doradas arenas del desierto. Pero eso fue hace ya mucho, mucho tiempo. Más tarde, siguiendo la llamada de la tierra y el destino, los seres grandiosos se adentraron en el desierto, pero al final la mayoría perecieron. El pez que en el pasado fue disparado como una flecha en el enorme lago de una meseta se mantuvo envarado cual lanza y flotó a la deriva en busca de vestigios sagrados. El agua acabó por filtrarse entre los granos de arena y el lago se convirtió en un mero charco. Al final, el pez acabó retorciéndose en ese charco y se convirtió en el botín de caza de los peregrinos. La moraleja de esta historia es: Mientras uno sea bondadoso, podrá pescar un pez incluso en medio del desierto.