En los comienzos del establecimiento de la Geoarmada, Liyue todavía era una tierra salvaje. Los ancianos de los pueblos, las zonas rurales y las tribus se juraban lealtad usando una copa de oro. Como muestra de lealtad hacia Rex Lapis y de responsabilidad con sus compatriotas, seleccionaron a los guerreros más valientes de diversas regiones para convertirlos en soldados y, así, establecer la Geoarmada. Estos soldados lucharon desde la retaguardia junto a un Yaksha y también bebieron de aquella copa dorada. Ese fue el último brindis por el majestuoso y benevolente Rey Geo. Inmediatamente, ejecutaron su ataque contra la Sima, avanzando con valor y sin mirar atrás. Siglos después, un presuntuoso aventurero se adentró en las profundidades de la Sima para recuperar la copa de oro y limpiar sus imperfecciones. Pero se encontró con que, aun tras tantos años, la copa estaba en perfecto estado e impoluta, y su brillo tampoco se había perdido a causa de la oscuridad del subsuelo de la Sima. Otros tantos siglos pasaron. Cuando los habitantes de Liyue contaban historias sobre aquella época de catástrofes, no podían evitar mencionar a aquel Yaksha sin nombre, a aquellos héroes de orígenes y procedencias distintos que se unieron para combatir juntos la fuerza del abismo... Así pues, en esas historias era inevitable hablar de la copa y de cómo la sangre de los que se aliaron en el pasado todavía permanece clara y limpia en el presente.