En la antigua tribu que adoraba al Ave del Trueno, los nobles chamanes llevaban esta corona. El ave que se elevaba a través de las tormentas eléctricas traía truenos violetas y lluvia. Las tribus antiguas temían sus poderes y le agradecían sus bendiciones. Por ello, los chamanes fueron elegidos para ser los que le ofrecieran sacrificios de sangre a cambio de protección y perdón. El Ave del Trueno era un monstruo al que no le importaba si los hombres lo adoraban. Pero esto nadie lo sabía, y sus acciones impredecibles se consideraban presagios de que algo iba a suceder. Sin embargo, el trueno era su aliento, igual que la vida y la muerte del hombre. Desde el cielo, los hombres no eran distintos a los animales. Hasta que un día, una canción atravesó la feroz tormenta, rasgando las nubes y otorgándole luz.