Cuenta una leyenda que, en el peñasco más alto de la Sima, hubo una vez un héroe que recogió la pluma de un águila. Otra leyenda sugiere que, por lograr semejante hazaña, el héroe obtuvo el privilegio de luchar codo con codo hasta la muerte junto a los Adeptus. “Morir protegiendo a los demás y persiguiendo aquello que buscas es sin duda un acto heroico. Sin embargo, ¿acaso no es como un pez que se sumerge en un profundo estanque o un ave que desciende hacia un profundo valle? Aunque te sientas realizado, si nadie se dio cuenta, caerás en el olvido. Los mortales somos como plumas que, arrastradas por un tornado, flotan hacia los cielos. Las llamadas ‘salvación’ y ‘persistencia’ no son más que cosas ilusorias y sin sentido”. El oscuro murmuro agitó el corazón de aquella persona cuyo nombre no permaneció. Al final, cuando la guerra terminó, muchos soldados se sumieron en un profundo letargo en las profundidades de las cuevas. Por su parte, los misteriosos gritos de las oscuras fuerzas armadas también se desvanecieron silenciosamente. Aunque la vida de los humanos es corta, la tierra siempre recordará sus actos.